Son treinta y tres águilas imperiales
En el cielo dibujando mandalas.
Tres interminables minutos gozo
Apoyado en un fresno vaciado,
Viendo sus nudosas ramas querer
Arañar el claro cielo invernal,
Como si de madréporas se tratasen.
Me recreo con esos movimientos
De juego casi distraído y atrayente,
Descubro mis miedos más que el respeto.
Formo parte de este paisaje gótico
A orillas de un río con leve niebla,
Increíble en estos tiempos en que surcan
Objetos y otros seres sin sentido,
No dominando magnificentes
El tiempo y el espacio, ni la metáfora
Dada en caleidoscópicos mandalas
Por treinta y tres águilas imperiales.
El mes que viene otra entrega de conexiones y encuentros poéticos, sintonías.Miguel Angel Cervantes Almodóvar
Me gustó tu poema, esos sentimientos desde la contemplación. Yo he tenido ese placer desde arriba, desde alguna cumbre, cuando era más joven; y seguía el vuelo de las águilas y de los buitres leonados con envidia de surcar como ellos el abismo como ellos. Entonces, después de un rato, olvidaba su vuelo nupcial y elevaba la vista hacia un horizonte de nubes ¿te imaginas? ¡acojonante!. Quizá lo hacía para superar esa impotencia.
ResponderEliminarPor lo demás, ahora sé qué son las 'mandalas', jajaja.
Un abrazo